Los ojos de Maria Rosa irradian alegría cada vez que un niño la obsequia con una mirada. Pero su rostro rápidamente se ensombrece cada vez que un transeúnte le dirige una mirada de desprecio. En su semblante se vislumbran las penalidades que ha sufrido a lo largo de su vida: el desapego familiar, los abusos de su marido y los estragos que causan la prostitución y la indigencia. Pero no adopta una actitud victimista, sino que más bien ha asumido su destino con resignación. Nació en el barrio de la Bordeta, en Sants (Barcelona), y cree que tiene 59 años. Padece un cáncer de colon y es diabética. Vive rodeada de un carro de la compra lleno de mantas, peluches y libros que, según dice, ha tomado prestados de la biblioteca. Bebé, su perro, es su fiel compañero desde 2005. Dice que el otro día un vecino, que andaba borracho, la agarró por el cuello y casi la mata, pero «menos mal que el perro le mordió en la pierna». Así malvive Maria Rosa por las calles del Raval.
Texto y fotografía: ALEC FORSSMANN
¿Cuánto hace que estás en la calle?
Hace casi un año. Antes vivía en un piso en la Barceloneta… Mi tía se casó con un señor que tenía dos chicos pero no los reconoció como hijos y cuando murió no había hecho el testamento. El piso no era de nadie, se lo quedó la Generalitat de Catalunya y nos desahuciaron.
¿Qué hiciste?
Viví en el rellano de la escalera junto a mis cosas, pero los vecinos las quemaron y casi me queman viva si me llegan a pillar. La policía me dijo: «Señora, váyase antes de que tengamos que sacarla con palas».
«Viví en el rellano de la escalera junto a mis cosas, pero los vecinos las quemaron y casi me queman viva si me llegan a pillar»
En este momento de la entrevista, una mujer ataviada con una bata, que acaba de salir del edificio trasero, se planta frente a Maria Rosa para recriminarle su actitud con relación a un robo reciente:
-He visto que estabas hablando con el mono [policía] sobre la cartera que me han robado y estabas señalando hacia mi ventana y te he visto…
-Yo te pregunto si tienes algún problema porque si lo tienes lo solucionamos enseguida en la comisaría. Ya no te lo aviso más… Discúlpeme…
¿Qué le sucede a esta mujer?
Había cobrado la paga doble y había unas gitanas por aquí. Le robaron 300 euros. Pero no tengo nada que ver. Esta mujer flipa…
¿Cada día hay problemas por aquí?
Sí, roban carteras, hay traficantes… A mí me acosa la policía por el carrito y el perro. «Oiga, quite eso de ahí», me dicen. Siempre me vienen a tocar las narices y eso que hay gente que trafica y nadie dice nada.
¿Has trabajado alguna vez?
En la casa Simón, en Poble Nou. Se dedicaban a fabricar gafas; yo hacía los agujeritos… Después hice un curso de enfermera y estuve en el Hospital Clínic. Quería ser forense, pero al ver tantos cadáveres… Al principio era la espabilada, pero luego la cobarde: me caía al suelo y me iba afuera.
Ya.
¿Has visto la serie Entre fantasmas? ¿La Melinda, la que habla con los fantasmas? Pues esto pasa en los hospitales… Hace años, el que se ocupaba de la funeraria del Hospital Clínic se acostaba con las muertas. Y las monjas han traficado con niños en la Clínica del Pilar… Y van y cogen a sor María, una viejecita, cuando había 40 monjas más jóvenes… [Sor María fue imputada por el presunto robo de bebés en Madrid].
¿Has tenido problemas familiares?
Sufrí violaciones por parte de mi familia materna. Me casé para quitarme de en medio y me salió todo mal. Mi marido me pegaba, era maltratador y macarra. Fui puta durante cuatro o cinco años hasta que me dio la primera paliza y me fui.
«Mi marido era maltratador y macarra. Fui puta durante cuatro o cinco años hasta que me dio la primera paliza y me fui»
¿Era tu marido y tu chulo?
Sí. Yo le decía a mi madre que me daba palizas y ella no decía nada… Siempre me pusieron la etiqueta de loca.
¿Y eso?
Nací en una cárcel que había antiguamente en la calle Hospital, donde estaba encerrada mi madre. Me sacó mi abuela y me crié con mis nueve tías.
¿Por qué la encerraron?
Según dicen mi madre robó para darme de comer, pero no creo que fuera así. Por lo visto nací muerta y me dejaron en un rincón, pero mi abuela me vio y dijo que estaba viva. La comadrona le dijo a mi madre que la cabeza se me había ido durante el tiempo que había permanecido así, es decir, que estaba loca.
«Nací muerta y me dejaron en un rincón, pero mi abuela me vio y dijo que estaba viva»
¿Tú también has pasado por la cárcel?
Me he comido muchos calabozos porque mi marido me tenía trabajando en la calle. Pero en tiempos de Franco estábamos mejor, la gente tenía trabajo y podías salir a la calle tranquila. Luego llegó una mora, luego una negra… Las españolas no nos enfrentamos, sino el territorio hubiera sido nuestro.
Y ahora malvives en la calle…
Lo peor es no tener dinero para comer y no poder lavarte ni comprarte ropita. Estoy enferma, necesito pañales y necesito medicarme con insulina [abre un estuche y saca una jeringa cargada de insulina]. También tengo la tensión alta y los niveles de azúcar altos. Tendría que estar ingresada.
¿La gente te ayuda?
A caer… Una abogada que vive por aquí de vez en cuando me compra un café con leche, me trae un bocadillo o un medicamento si lo necesito. Yo no pido, me siento aquí y a veces me cae algo.

Maria Rosa junto a su perro y sus pertenencias en la plaza de Pere Coromines, en el barrio del Raval.
¿Cómo es la gente con la que te cruzas?
Te miran con asco y con desprecio… Como este señor que pasa ahora por la calle. «¡Váyase a un albergue!», me dicen. Los moros son los peores y eso que en Marruecos están peor que nosotros, viven por los suelos. Me junté con un árabe y viví cinco años en Marruecos… ¡En mala hora!
¿Por qué no vas a un albergue?
Entras a las ocho de la noche y te echan a las siete de la mañana. Te dan un vaso de leche y ¡hala! Además, hay muchos alcohólicos y drogadictos y el perro no puede entrar, se tiene que ir a una perrera.
¿Cómo se llama?
Bebé. Tiene quince años de edad. El otro día casi me matan… Un vecino que estaba borracho y le dio por mí. Menos mal que el perro le mordió la pierna. Por eso el perro tiene que quedarse conmigo, así estamos bien.
«El otro día casi me mata un vecino que estaba borracho. Menos mal que mi perro le mordió la pierna»
¿Te consideras una superviviente?
Sí, ésa es la palabra porque cualquier día me matan y me dejan por aquí tirada. Pero me intentaré buscar la vida…