Manolo duerme bajo la portada del antiguo monasterio de Sant Pere de les Puel·les, ubicado en una encantadora plaza de la Ciutat Vella de Barcelona. «Esto es mi apartamento», dice señalando una enorme maleta de viaje. Contiene cuatro mantas y dos cojines. No se aparta de las pocas pertenencias que tiene. Dice que hace poco le robaron las zapatillas mientras estaba durmiendo. «Por eso ahora me acuesto completamente vestido y paso de todo», comenta. Manolo es una persona práctica, no le gusta complicarse la vida. No le gusta molestar a nadie ni que le molesten a él. En esta entrevista se mezclan las risas y el llanto. Su padre murió cuando Manolo era todavía «un pequeñajo», mientras que su madre falleció sobre su hombro. Unos recuerdos traumáticos que le acompañarán el resto de su vida. Pero no ha perdido el sentido del humor.
Texto y fotografía: ALEC FORSSMANN
¿Eres de Barcelona?
Soy extremeño, de Badajoz, la capital… Capitalista pero sin un puto duro [ríe]. Pero llevo muchos años aquí.
¿A qué te has dedicado?
He trabajado en la construcción, haciendo chapuzas y cosas así… También de camarero… Menos robar he hecho de todo. Bueno, y de maricón tampoco [ríe]. Con perdón, eh.
¿Por qué dejaste tu tierra natal?
Mi madre se quedó viuda, la pobre. En paz descanse y tal… Estuve nueve años interno en un colegio de Badajoz. Vine aquí para buscarme la vida…
¿Echaste en falta un padre?
Hombre, ¡y tanto! [rompe a llorar]. Mi madre murió aquí, sobre mi hombro… [se le quiebra la voz].
¿Has tenido que buscarte la vida tú solo?
He hecho lo que he podido y así me ha ido, pero nunca he robado ni le he hecho daño a nadie. Me gusta ir conmigo, no molestar a nadie ni que me molesten.
«Me gusta ir conmigo, no molestar a nadie ni que me molesten»
¿No conocías a nadie en Barcelona?
Estuve viviendo un tiempo en casa de una hermana que vivía aquí enfrente. Me quedé el tiempo que pude y que me dejaron [ríe].
¿Nunca has tenido una casa?
Nunca. Siempre he estado en la puta calle, con perdón. Por circunstancias de la vida.
¿Motivos laborales? ¿Emocionales?
Porque no tenía pelas [ríe]. Si me gastaba el sueldo de peón en una pensión, ¿cómo comía? Si el asunto no me llegaba vivía en la calle… Vivía donde trabajaba.
¿Has dormido en cajeros?
Alguna vez, pero no me molan. La gente se mosquea y llama a la policía, y yo paso de películas, no quiero saber nada de nadie.
¿No te mezclas con otros indigentes?
Voy a mi rollo y si se tercia me tomo una cerveza, pero depende con quién. Ante las movidas raras me abro y paso de todo… Mis padres me educaron bien.
«Ante las movidas raras me abro y paso de todo… Mis padres me educaron bien»
¿La gente te ayuda?
Hay personas que se enrollan y me traen bocadillos o me invitan a un café. Pero no soy mucho de comer…
¿Y qué bebes?
Por la mañana bebo café con leche y luego cerveza. Dicen que engorda, pero mira cómo estoy… Lo que tengo es todo trapo.
«Por la mañana bebo café con leche y luego cerveza. Dicen que engorda, pero mira cómo estoy… Lo que tengo es todo trapo»
¿A veces te gustaría darte un capricho?
Perdón, ¿capricho? Si me traen algo, bien. Necesito ayuda… ¡pero no me traigas un plato de lentejas! [ríe]. Es que no las trago.
¿Qué harás mañana?
Vivo al día. Me levanto a las ocho más o menos. Si tengo para un café me tomo un café, sino me siento ahí enfrente, en la pared, entre las dos macetas… Lo llamo mi oficina, ahí me apalanco…
¿No te gustaría encontrar una parejita?
Bueno, si me viene una… [ríe]. Nunca es tarde, ¿sabes lo que te quiero decir?